Crónicas políticas: lo impensable (crisis en Bolivia, la renuncia)


Lo acontecido en octubre de 2019 en Bolivia, es el fruto de un paulatino desgaste del sistema político, y de la imagen de Evo Morales, único garante del éxito desmedido del proceso de cambio. Ante la controversia de los eventos, quedarse callado cual pasivo espectador, es una tarea bastante complicada, por no decir imposible. Entre el repudio y la admiración, el gobierno de Morales sigue dividiendo, no solo a los bolivianos, también a la comunidad internacional; debates candentes, copioso intercambio de insultos, narrativas contrapuestas, discursos exacerbados, categorizaciones políticas, marbetes rimbombantes. No deja de ser fascinante todo este revuelo mediático, pese a que la situación boliviana es bastante crítica. La encrucijada; crisis política y social, algo recurrente en nuestra historia, cuyos ciclos altamente precisos dejan desconcertado a más de un analista. Parece que estamos condenados a repetir los mismos errores; Bolivia de cuando en cuando se va al diablo, esa es la lección de la historia y más allá de la anécdota pintoresca, se yerguen los problemas irresueltos de una sociedad fragmentada, en la cual el uso de la violencia política es bastante usual y casi banal. 

Al no existir canales adecuados, para encaminar requerimientos ciudadanos, recurrir a la protesta se vuelve sistemático. La acción colectiva, entendida en términos políticos, se activa y se agudiza, cuando la ciudadanía considera que sus derechos fundamentales han sido violados, lo que puede provocar un uso gradual de violencia. Dos elementos explican las movilizaciones en Bolivia, antes de la renuncia de Morales: los incendios forestales y las sospechas de fraude. El primero, situado en un desencanto paulatino y sostenido del evismo, presa de sus propias contradicciones, muestra el desgaste del discurso que ya no tiene arraigo en amplios sectores de la población. Si en algún momento el Movimiento al Socialismo fue una fuerza política colosal, para las elecciones de 2019 ya era un parco reflejo de las glorias de antaño. El MAS ganó de manera incuestionable dos elecciones (2006 y 2009), en la tercera, ganó, pero no con los dos tercios. Ya en 2014, surgieron las primeras sospechas de una manipulación de los resultados en favor del entonces partido de gobierno, al existir una discrepancia entre los resultados en boca de urna y el conteo final, presentado por el Órgano Electoral. En 2016, también se reportaron irregularidades, aunque se produjo la primera gran derrota del evismo, minimizada por la propaganda de Estado, desacreditada, cuestionada e impugnada, fue el triunfo de la mentira, con esa eminente carga afectiva que busca generar simpatía política. Todo ello, fue propicio al repudio creciente al evismo. 



Las elecciones de 2019, son las más cuestionadas en nuestra reciente y joven historia electoral (dejando a un lado lo acaecido el 78). Las irregularidades, comenzando por la interrupción del conteo rápido, generaron muchas susceptibilidades, a lo que debemos agregarle, las irresponsables declaraciones de Morales, el domingo 20 de octubre; con un discurso triunfalista, aunque poco convincente, se proclamaba ganador de las elecciones con los dos tercios de los votos. La ciudadanía, más que todo en los departamentos disidentes, tomó por asalto los Tribunales Departamentales, suscitando los primeros hechos de violencia, tensionando al país. Lo que siguió fue una movilización ciudadana poco estructurada y esporádica que pedía la anulación de las elecciones generales, mientras se confirmaban las sospechas de un fraude. Los hechos de violencia se generalizaron en el país, aunque se mantuvo en calma en la Sede de Gobierno, más allá de los bloqueos con "pititas" y gasificaciones abusivas, La Paz se mantuvo tranquila. Las movilizaciones desorganizadas, los cabildos con lindas arengas, pero con propuestas vacías, las marchas interminables y cotidianas, produciendo cansancio y fatiga, estaban condenadas al fracaso. Mientras Morales, amenazaba, se burlaba y ridiculizaba al movimiento ciudadano; en ningún momento llamó al diálogo, lo hizo al final, cuando la situación era insostenible. Morales, nunca ha sido una persona que dialoga, su manera de hacer política es por medio de la presión. Una vieja tradición sindical: perdemos o ganamos, llegando hasta las últimas consecuencias; en esas circunstancias, negociar es imposible. Nunca fue una lucha entre ricos y pobres, entre indígenas y no-indígenas, el país está dividido entre masistas y antimasistas, grupos bastante heteróclitos que tienden al fanatismo, siendo el segundo el más numeroso, cuando menos en votantes. 

En medio del desaliento, el presidente del Comité Cívico Cruceño, una institución ultraconservadora y abiertamente racista, que le dio batalla a Morales en su primer mandato, entró al juego con un ultimátum. En la era de la información y de la posverdad, las noticias que nos abrumaron no auguraban nada bueno y al producirse el cabildo de la revelación, en el cual Fernando Camacho se presentó con la estrella política emergente, grande fue el desconcierto, al haber presenciado un espectáculo evangélico: una carta y una biblia, despertando viajas pasiones en Bolivia. Somos un país machista, homofóbico y bastante religioso, son los valores que encarna Camacho, siendo una suerte de antítesis de Morales, aunque ambos personajes comparten rasgos muy similares: caudillos mesiánicos imbuidos por un bien mayor; ignaros con aires de grandeza. No deja de ser curioso, como Camacho le arrebató el liderazgo político a Carlos Mesa, candidato de la segunda fuerza política. Con ello, se abría una nueva página en el libro de lo absurdo al proclamar el regreso de la biblia a palacio de gobierno. Sea dicho de paso, la estrategia de Mesa es el silencio y la prudencia y mientras la popularidad de Camacho va en caída libre, Mesa sigue siendo la opción por defecto. Son las jocosas y trágicas fluctuaciones de la política.



Camacho fue un fenómeno mediático, un recurso simbólico, aunque inconsecuente. Liderazgos emergentes: Marco Pumari, presidente del Comité Cívico Potosinista, institución que le dio fuerte y duro al evismo, en sus años de decadencia. Potosí pasó de ser un aliado a un opositor empedernido, por ello, fue cuando menos curioso, conocer que el MAS había ganado en ese departamento. Con ello, la movilización ciudadana, siendo un patrón recurrente desde el 2016, se alejaba de los partidos políticos, reafirmando su compromiso con los comités cívicos y la voluntad de no “politizar” el movimiento, en una sociedad en la cual hasta bailar morenada es un acto político. Figuras carismáticas, otra habría sido la historia si Pumari o Camacho habrían sido candidatos en lugar de Mesa o del controvertido Dr. Chi, representante del conservadurismo recalcitrante. Uno de los grandes problemas que enfrentamos es la poca renovación partidaria, de ahí la premisa del MAS: si no es Evo, quién. Desde luego, el estrellato fue de corta duración, y Pumari, pasó de ser un ídolo de las masas a un hazmerreír; la política es cruel y traicionera; el poder escurridizo, nosotros miramos boquiabiertos el circo electoral, las declaraciones inverosímiles de nuestros candidatos, soy y no soy y lo único que importa son intereses mezquinos. 

La política en Bolivia es un chiste grosero de mal gusto, seguimos esperando al mesías, respondemos ciegamente a sus designios y terminamos decepcionados. Seguimos esperando pacientemente, que alguien más resuelva nuestros problemas, en lugar de plantear soluciones por nuestra propia cuenta. Clientelismo, prebenda, patrimonialización de los bienes del Estado, verticalidad en el ejercicio del poder, son los rasgos inmanentes de la cultura política, y sea cual sea al partido de turno, reproduce el mismo esquema, lo hicieron los partidos antes de Evo, lo hizo el Evo y el gobierno de “transición” lo sigue haciendo; es el fracaso generalizado de la izquierda, siempre señalando los males endémicos del capitalismo desalmando, y ya en el poder en lugar de resolver los problemas señalados los exacerba; sirva de ejemplo la dependencia al líder máximo, es una disfunción severa en cualquier sistema. Un aspecto altamente cuestionado en la izquierda, es la supuesta superioridad moral de la cual se jactan; un error habitual en cualquier análisis, es considerar que hay malos y buenos, es el discurso de la victimización, la izquierda fracasa de manera constante porque detrás están los malos conspirando, siendo una postura bastante simplista. En política hay actores motivados por intereses, lo demás es un maniqueísmo hosco, entre la izquierda y la derecha mucha diferencia no hay, son categorías vacías, y en los hechos obran de la misma manera. Considerar que la derecha es mala y la izquierda es buena, o viceversa, es una torpeza cuando menos.


En medio de las marchas y contramarchas, pues frente el ímpetu ciudadano, el evismo no podía quedarse de brazos cruzados, la sociedad boliviana se resquebrajó en dos frentes irreconciliables. Es necesario recalcar, que las contramarchas organizadas por el masismo, tenían una finalidad: disuadir, infundiendo miedo. Es curioso, que ahora muchos activistas improvisados que reclaman por la causa boliviana, no mencionan la agresión que sufrió Julio Llanos y que acabó con su vida, ni los atentados vandálicos ni las constantes amenazas. Existe una miopía persistente, en cierto lado del espectro político; es necesario ser consecuentes y condenar todo acto de violencia, puesto que ésta nunca es legítima. El evismo, cometió el mismo error que sus acérrimos enemigos: subestimó a la contraparte, se burló de su capacidad de organización y de su poder de convocatoria, pecó de arrogancia, cumpliendo una vez más el principio de Peter: mucho tiempo en un cargo conduce a la ineptitud. Es extraordinario el paralelismo indiscutible, entre las palabras de Evo Morales y las de Gonzalo Sánchez de Lozada, tiempos distintos y, sin embargo, los mismos errores. Añez, es la continuidad de la política ya establecida, es el segundo capítulo de la crónica.  

Morales sigue generando simpatía por su condición de indígena, que no deja de ser una postura bastante colonialista; asumimos que su pertenencia indígena le otorga cualidades excepcionales y por ello vela por los más pobre y humildes. Situación que dista de la realidad. Queda el recuerdo de los despampanantes índices económicos y nos olvidamos que en los noventa también hubo crecimiento, reducción de la pobreza, inclusión social y sin embargo, el modelo se cayó a pedazos, de manera abrupta y violenta. Los recientes acontecimientos no fueron tan luctuosos como los que vivimos en otros momentos; de hecho, la violencia se contuvo y que el gobierno de Morales se hendió sin resistir. Aconteció lo impensable, en cuestión de horas, Morales claudicó, después de haber vociferado durante años el lema de patria o muerte. Su actitud contrasta con la jerga revolucionaria, muchos militantes del MAS aseguraron que iban a defender con el fusil en la mano, al hermano presidente, llegado el momento huyeron y por un tiempo estuvieron callados, parecía el final del evismo, presa de un cruento golpe sanguinario, en esa retórica de victimización tan usual en la izquierda, lo cierto es que el evismo se está reorganizando, y con el binomio más convincente, en esta decadente carrera electoral, está participando como si nada en las elecciones que organizan los golpistas. Es bastante peculiar, toda esta situación; no obstante, hubo una renuncia y desrenuncia no hay; por dos días nos quedamos sin presidente. El resultado, es una sociedad profundamente dividida, enemistada, en la que impera el resquemor y el odio; es el legado de catorce años de gobierno: amigos, familiares, colegas, vecinos, separados por intereses políticos.


Por: Jorge M. Valda VIllavicencio



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