Bolivia y el Mar




Desde muy niños, a los bolivianos nos enseñan que, en una guerra injusta perdimos el mar; siendo la principal causa de la pobreza y de todos los males de la patria. Amar a la patria, venerar a la patria, someterse a la patria; adoctrinar. Nuestro deber como buenos patriotas es reclamar por nuestro mar. Muchos lo creen así, y estarían a dispuestos dar su vida por ese noble ideal. Nada sorprendente en un país que es incapaz de analizar la realidad desde una perspectiva crítica. La patria no es nada más que una construcción abstracta cuya finalidad es infundir obediencia, el ciudadano sometido al poder del Estado. Los gobiernos bolivianos lo saben muy bien y utilizan la reivindicación marítima para generar unidad, para afianzar y consolidar el poder político. El sueño casi erótico de todos nuestros presidentes, es devolver el mar a Bolivia; quien lo haga será el héroe indiscutible de la nación, adorado y adulado por millones, pasará a la historia como el salvador de la patria, el ser divino que restauró la soberanía del país. Quién lo haga, tendrá el poder absoluto; no es casualidad que el evismo esté moviendo ingentes recursos para armar un show político de proporciones dantescas. No es casualidad que el tema marítimo vuelva a la agenda, como una estrategia mediática para olvidar los problemas: el código penal, el 21F, los cocaleros yungeños brutalmente reprimidos y el conflicto de fondo que ello genera, que en cualquier momento va a estallar con mucha violencia. 

La Haya, el as bajo la manga del presidente Morales; con ello le muestra al país que hará todo lo posible para recuperar al mar cautivo, suscitando efusivos aplausos, discursos exacerbados, en un país que reafirma que su enemigo mortal es Chile. Ello siempre despierta la tediosa caterva patriótica. La base de la identidad boliviana: lloriquear por el mar; pero seguro alguien que escribe semejantes palabras es un prochileno, un enemigo del pueblo, un traidor. Varias veces, funcionarios de gobierno han expresado tales disparates, pues la política marítima es absolutamente incuestionable. Todos debemos aplaudir como idiotas los desfiles, los alegatos y cerrar filas detrás de nuestro líder máximo. No hay lugar para disidencias, ni si quiera es posible criticar este show mediático. Un banderazo insulso, el mismo y empalagoso intercambio de insultos, y de por medio el impasse diplomático. Las relaciones entre Chile y Bolivia están en su punto más bajo, y el fallo de una Corte más simbólica que efectiva no va a cambiar esa situación. Podemos incluso afirmar, que toda esta política triunfalista fue muy mal encaminada y no tiene ningún resultado. Le exigimos a un país negociar, desde una postura francamente idiota: nosotros los buenos y ellos los malos. Debemos tomar en cuenta un principio muy simple, en el escenario internacional no hay buenos ni malos, hay actores que determinan sus acciones en función a intereses muy específicos.  La base de toda de negociación es el mutuo interés que ambas partes puedan tener en un acuerdo conjunto. 

Es de vital importancia, para ambos países, mejorar las relaciones diplomáticas y comerciales; claro que en las discusiones Bolivia sale perdiendo, pues no tiene nada que ofrecer.  Pese a todos los logros económicos, seguimos siendo uno de los países más pobres de la región, eterno exportador de materias primas, soñando con encontrar a la gallina de los huevos dorados, pero sin realizar ningún esfuerzo por diversificar la economía nacional. Rezongando porque no tenemos puerto, cuando en realidad uno de los grandes problemas de este país es su política proteccionista, con una carga impositiva elevada. Importar y exportar productos es extremadamente complicado, por ello mucha gente opta no más por el contrabando. Negocio redondo, del cual participan altos jerarcas del Estado; es una realidad hoy en día, era una realidad hace treinta años. La política marítima establece que, sólo teniendo un puerto soberano, tendremos mejores posibilidades de comerciar con el mundo. Pero lo cierto es que, tampoco tenemos una relación comercial sólida, con ninguno de nuestros vecinos más cercanos; la triste realidad es que no producimos nada y en los últimos doce años sólo hemos tenido relación diplomática y comercial con los países afines al socialismo del siglo XXI, siendo un grave error.  Hoy en día, el contexto político ha cambiado y Bolivia está aislada en la región; su postura tozuda, con relación a Chile, ha generado mayor acrimonia y un rebrote peligroso de posturas ultranacionalistas en ambos países. 

Con esa pompa que caracteriza al gobierno de Morales, toda una comitiva de bolivianos de al menos treinta personas, fue hasta a La Haya, con fondos públicos, para escuchar los alegatos. En tiempos de austeridad, porque es una política de Estado, es un gasto totalmente insulso y genera falsas expectativas. La mayor parte de los bolivianos, desinformados y manipulados por la propaganda gubernamental, piensa que ganando el juicio en La Haya tendremos mar; y la población obnubilada vitorea y sigue los eventos como si tratara de un partido de fútbol. Las banderas en los edificios públicos, la marea azul y las insoportables arengas en contra de los chilenos, en una franca provocación que sulfura los ánimos; es la política del odio que sólo promueve xenofobia. No deja de ser curioso como un gobierno dizque progresista se ampara en un discurso ultraconservador que promueve la superioridad moral de los bolivianos en su derecho irrenunciable al mar. Hubo negociaciones y las habrá en un futuro, pero una salida soberana es algo poco realista; es el estilo del evismo, prometer el cielo y el mar, y en e fondo no hay nada. La única la solución al diferendo viene de vías diplomáticas y ello implica olvidar el pasado para construir una relación de amistad y hermandad con Chile. Por desgracia, ninguno de los dos países lo va hacer y seguiremos con el tema marítimo en años venideros. 

No hay ninguna solución factible, el poder político se fortalece designando a un enemigo y Bolivia nunca renunciará a justo de derecho de establecer que Chile es su vecino hostil y traicionero; es la base de todo el discurso político y legitima al poder instituido. La demanda marítima es campaña electoral y si el fallo es favorable, se viene un turbión azul; es lo más peligroso de todo esto. El mar no nos une, sólo fortalece al poder político y gustosos nos dejamos manipular, estamos dispuestos a renunciar a nuestras libertades por los hipotéticos beneficios que nos trae el mar. 


Por: Jorge M. Valda Villavicencio  



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