Las primarias, la puesta en marcha del simulacro electoral


Desde el punto de vista estrictamente formal, las primarias fortalecen la participación de la militancia en la toma de decisiones, consolidando los márgenes de la democracia formal; respondiendo a uno de los grandes problemas de los partidos políticos en Latinoamérica: su patrimonialización. Bolivia es un caso paradigmático, en el cual, dichas instancias de representación fueron controladas y manipuladas por clanes familiares. Las primarias consolidan la democracia interna, y les permite a los militantes, designar por medio de una votación, a sus candidatos para futuras elecciones. Pero el efecto real, de esta medida política, fue haber acelerado el calendario electoral. Mesa salió al frente y por un momento se creyó que iba a ser el candidato de un bloque opositor unido, aprovechando la ola de descontento propiciada desde las plataformas ciudadanas, baluartes del 21 F. Pero un movimiento amorfo y sin líderes visibles está condenando al fracaso; la alianza entre las plataformas y los partidos, se imponía por sí sola, siendo una respuesta política real a la hegemonía del MAS. En un país en el cual, hasta bailar morenada tiene una connotación política, se optó por la despolitización del movimiento, sentenciado su muerte. Mesa no es el gran líder de la oposición y las plataformas se fragmentaron, reduciéndose a su mínima expresión. Con ese golpe maestro, el MAS consolida, nuevamente, su hegemonía; es el único partido estructurado y el único que tiene chances de ganar las elecciones generales. 

Las primarias son un ejercicio inútil, todos los frentes políticos presentaron un solo binomio, pero tienen la virtud de haber revelado un panorama político entumido: alianzas extrañas y poca o nula renovación partidaria. Por citar un ejemplo, la estrambótica coalición entre un viejo katarista y un ultraconservador desequilibrado, retomando las siglas de un partido que todo el mundo ya ha olvidado, es bastante desconcertante en sí. El circo electoral: entretenimiento para las masas, un chiste de mal gusto, un ejercicio absurdo. Con o sin el voto ciudadano Evo Morales será presidente; el panorama político no ha cambiado en lo más mínimo, son las mismas relaciones de fuerzas, en favor del oficialismo. Las elecciones son una formalidad. Un mero simulacro para establecer que todo marcha bien, que la democracia sigue vigente en este país y que el voto ciudadano sirve de algo; es solo un recurso mediático. Pese al desgaste político, los escándalos de corrupción, las mentiras flagrantes y un horizonte económico que comienza a flaquear, el gobierno goza de buena salud. Mientras no surjan liderazgos fuertes, la autoridad de Evo Morales es incuestionable; tal como van las cosas, el MAS tiene el camino despejado para iniciar un cuarto mandato, pero en condiciones muy diferentes, pues se avecina un reajuste económico y el creciente descontento social que suele acarrear. 


Lo que está en juego no es si Morales gana o pierde las elecciones, es la manera como el gobierno va a encarar la crisis. Si hacen bien las cosas y mitigan el impacto social se quedarán veinte años más, de lo contrario serán arrasados. De momento, las cosas son muy clara, no hay rivales políticos para Morales; las primarias son un ensayo para las elecciones generales, muchos partidos se juegan la personería jurídica y la única forma de contrarrestar el efecto, es propiciando un frente único como una candidatura opositora unida, algo que no acontecerá, prevalecen personalismos, oportunismos, que resquebrajan cualquier opción partidaria. Sacar al Evo a toda costa, es también una pésima estrategia política, pues detrás se yergue la sombra de conservadurismo retrograda, la convicción que la izquierda es la causante de todos los males y erradicando todos sus componentes y símbolos se soluciona el problema, siendo un actitud reduccionista e incluso peligrosa: la cacería de las brujas. El problema de Bolivia no es la izquierda o la derecha, como ambos bandos lo afirman, el problema es la corrupción, el gasto público, el despilfarro de dinero y el abuso de poder. Un error muy usual, en la política local, es olvidar que el poder es transitorio, tarde o temprano cambiará de bando, es inevitable y por ello es perentorio ejercerlo con humildad. Una vieja tradición boliviana es servirse del poder político, para satisfacer ambiciones personales. El magnánimo Evo gobierna Bolivia, como lo haría un monarca, a su arbitrio y el único culpable de esta situación es el ciudadano común y corriente que le gusta quejarse en las redes sociales, pero no hará nada para cambiar o revertir la situación; es más fácil ser un peón que oficiar de líder. 

Trece años de gobierno y pocos cambios en el fondo: estabilidad económica y crecimiento del PIB. Datos parciales y engañosos, y sirva de ejemplo la crisis de la basura. Lo acaecido en Alpacoma es un desastre ecológico y lo curioso del caso es que el gobierno del cambio, el mismo que proclamó con tanta pompa los Derechos de la Madre Tierra, no ha movido un solo dedo para solucionar la crisis; más al contrario, la está agudizando. Es lo que esperaban todos los masistas con tanta emoción, es la ocasión para reclamar la cabeza de Revilla y tomar la alcaldía de La Paz. Todo esto revela la presión de los intereses políticos, el MAS está dispuesto a poner a una ciudad en riesgo sanitario, para acrecentar su poder. Y el ciudadano perplejo sigue mirando boquiabierto sin saber que hacer; sigue botando la basura en las calles, porque en trece años de gobierno no se hizo una sola campaña de concientización sobre el reciclaje y el tratamiento de desechos sólidos, no hay políticas públicas al respecto, porque toda esa fantochada del vivir bien es una cháchara para seducir gringos, socialistas de escritorios y simpatizantes burgueses de la izquierda latinoamericana. Aquí lo único que importa es acaparar el poder y de momento el MAS tiene el camino despejado. La gente mira con pasividad la crisis de la basura, creo que estamos tan acostumbrados a tirarla donde nos dé la gana que ver las montañas de desperdicios acumulándose en las calles, no conmueve a nadie. De la misma manera, resignados vemos a Morales como el único mandatario posible y deseable, nadie hará nada, nadie moverá un dedo y el Evo seguirá gobernando, mientras haya dinero, mientras pueda seguir pagando a sus funcionarios. 

Por: Jorge M. Valda Villavicencio



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